miércoles, 8 de julio de 2015

Anís

El tiempo retrocede unos cuantos días... 
Un joven hombre está leyendo un libro. Lee una cita que hace referencia a los cementerios. Cierra el libro, reflexiona e instantes después envía un mensaje... 
El tiempo sigue su curso hacia atrás... 
Se detiene de repente.
Habitación a oscuras. Las cortinas están corridas. El hombrecito, llamado Anís, pulsa un botón del lateral derecho de la cámara; ésta finaliza la grabación y se apaga. Decide dejar para después la edición. No se encuentra con ánimos. Se viste y sale.
Por el camino, compra un ramo de matalahúga, o lo que es lo mismo: anís, de la floristería. Eran las flores preferidas de su madre. Por eso le puso ese nombre que además, en árabe significa amigo íntimo. Su madre siempre le decía que, aparte de ser su hijo, era (es) su amigo. Su amigo especial. Anís cree que no existe una relación madre-hijo tan estrecha como la suya. Su padre los había abandonado hacía mucho y su madre no tenía más familia que él, ya que pasó toda su vida en el orfanato... hasta conocer a su padre.
Su madre tampoco tenía amigos, de hecho nunca los tuvo y no los necesitaba, le bastaba con él; le decía.
Sin darse cuenta, empezó a sudar por los ojos. Esta expresión le saca un pequeña sonrisa, casi imperceptible. Eso lo solía decir su madre y con mucha frecuencia, además. Que él recuerde, nunca la escuchó emplear el verbo llorar.
Mentira, se corrige. Sí lo dijo... antes de morir.

Llega  al cementerio y se planta delante de la tumba donde descansa eternamente su madre. Las lágrimas cesan. Le había prometido no llorar en su presencia y no piensa incumplir su palabra. Tampoco piensa en gran cosa. Solo está allí, delante de ella; manteniendo la mente en blanco, la mirada fija en el nombre de la única familia que tuvo y que jamás tendrá y en la nada, todo a la vez.
Vacía la jarra de flores— misteriosamente cuidadas, como siempre— y a continuación deposita el ramo de anís. Hace ademán de despedirse de su madre pero se le forma un nudo en la garganta. Desvía la mirada, asiente y vuelve de donde ha venido.

Antes de cruzar la puerta, detecta un movimiento tras el panteón de los Gautier, le ha parecido ver un destello rojo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Este blog se nutre a base de vuestras visitas y comentarios, no dejéis que muera de hambre...